MI ESPOSA MI MAESTRA

Jamás pensé que mi esposa enfermaría al punto en el que está hoy. Ella sonríe, nunca se queja, siempre responde ‘estoy bien’, a quienes preguntan cómo está. Pero ella y yo sabemos que está enferma, y que su dolencia, en vez de retroceder, avanza. No es cáncer, no es lupus, no es sida, no es una maldición que alguien le echó (tal afirmación ni siquiera debería pronunciarse entre los hijos de Dios)… ‘Es una enfermedad autoinmune’, dijo uno de los doce médicos consultados a lo largo de muchos años, quince para ser precisos. Su cuerpo se ataca a sí mismo, destruyendo las células buenas, haciendo que un torbellino de síntomas la golpeen (ora aquí, ora allá)… pero no todos entienden, algunos y algunas de hecho la juzgan, diciendo que ‘no es para tanto, que han visto mujeres realmente enfermas’. Recuerdo que una de esas personas, que sentenció dicho juicio, ya no está en el mundo de los mortales, se fue antes que mi esposa, pues ella sigue viva.

Esta prueba vino de Dios, pues de él proceden todas las cosas, tanto lo bueno como lo ‘aparentemente malo’. Y esta enfermedad del Señor es, él la permitió y solo él la cancelará; pero hasta que eso ocurra me ha concedido aprender lecciones que, de no haber estado enferma mi esposa, jamás habría aprendido. Fabiola me ha enseñado esto:

1ª LECCIÓN: Sonríe en tu aflicción. Es duro para un esposo ver a su esposa enferma todo el día, todos los días; pero he aprendido a sonreír, como lo hace ella, aun cuando no quiera hacerlo. No se trata de reprimir los sentimientos de tristeza (pues los tengo), pero he aprendido que es mejor alegrarse que lamentarse, la alegría hace bien al espíritu, y mi esposa lo hace siempre… ¡Siempre ríe! A pesar del dolor que lleva dentro. Y eso mismo hago yo, cuando me preguntan cómo estoy, sonrío y digo: ‘Estoy bien’. Pero solo Dios sabe mi verdad, empero yo sonrío, como mi esposa me enseñó a hacerlo.

2ª LECCIÓN: No habrás tu boca a la queja. “Razones tengo para quejarme, a fin de cuentas tengo una esposa enferma hace más de una década”, es el pensamiento que antes me dominaba, pero mi maestra Fabiola me enseñó, con el ejemplo más que con academia, a no abrir mi boca para quejarme. ¿Cómo podría emitir lamentos, gruñidos, protestas, si Dios ha sido tan bueno conmigo? Es cierto que mi esposa está enferma, pero viva. Y además, son muchas las bendiciones que rodean mi vida. He aprendido, pues, a concentrarme en las cosas bellas de la vida, en vez de las carencias.

3ª LECCIÓN: La paciencia se cría en el proceso. Una de las cosas que más ha trabajado Dios conmigo ha sido la paciencia. Yo era de los hombres que no les gustaba esperar, que adelantaba los procesos, que provocaba la bendición, en vez de que ésta viniera de Dios; pero mi esposa, con sus silencios espirituales y sonrisa angelical, me enseñó a esperar, a ser paciente… y eso, mis amigos, es algo que todavía debo masticar. La paciencia es un canal celestial por el que Dios envía muchos tipos de salvaciones a quienes la practican.

4ª LECCIÓN: No le cuentes tus problemas a quienes nada pueden hacer por ti. Fabiola es el tipo de mujer que derrama su alma ante el Único que puede ayudarla, Dios. En todos estos años de enfermedad creo que nunca la he visto sin dejar de orar un día. Siempre la descubro elevando plegarias (la mayoría de veces con lágrimas en sus mejillas) acostada en su cama, cuando no logra levantarse; sentada en el sofá, cuando toma un descanso después de haber barrido la casa (pues es algo que no permite la releven) o antes de dormir, cuando le entrega al Eterno los pesares del día. Fabiola me ha enseñado a contarle mis penas solo al libertador del alma, al Dios que puede liberar a los hombres de sus cargas.

5ª LECCIÓN: Sé más amable con los que sufren, con los que están cansados. Mi esposa me ha enseñado a ser más amable, bondadoso, cariñoso, con ella, y por ende, con todas las personas, sobre todo con quienes padecen aflicciones. El Gabriel de hoy es muy distinto al ‘decano estudiantil’ que otrora azotaba los pasillos del seminario, donde perseguía y acusaba a estudiantes mozos. Hoy soy empático, entiendo la aflicción humana, perdono rápido y me olvido de las ofensas contra mí… El Señor me ha permitido no juzgar al que cae, mucho menos tratar de débil al cansado, como lo hacen todavía algunos de mis pares en el ministerio.

6ª LECCIÓN: Más dadivosidad para quien necesita más. Fabiola siempre ha sido una mujer generosa, pero yo debí aprender a serlo. A pesar de la enfermedad mi esposa siempre aporta para la Obra de Dios, cuidando en especial a las familias pastorales. Yo la miro y la admiro, porque siendo ella pobre (en salud), es rica en dadivosidad. Es eso lo que me motiva a dar a diario a mis mendigos, viudas y pobres, porque veo en esa bella gente la belleza de mi mujer. La generosidad siempre reporta bendición, y yo he venido creciendo en prosperidad poco a poco, según Dios me prospera y mientras yo, siguiendo el ejemplo de ella, doy a cuantos puedo.

7ª LECCIÓN: Persistencia, a pesar del dolor. Cada vez que veo a mi esposa levantarse de la cama, a duras penas, para ‘luchar el día’, entran en mí dos sentimientos. El primero es de pena, porque la veo bregar con el dolor en todo su cuerpo (a veces volteó la mirada, porque verla a sí me entristece), pero el segundo sentimiento es mejor, es ánimo. Mi esposa, cuando se levanta, me dice —pero sin palabras—, si yo puedo, tú también. Y esa arenga silenciosa me motiva a persistir, seguir trabajando para mi Rey, a pesar del dolor diario.

CONCLUSIÓN
No se equivocó Dios al juntarme con mi esposa hace 27 años. Él juntó nuestras almas, nos fusionó para siempre; y tampoco se equivocó al permitir que ella, y no yo, llevara la enfermedad, pues sabía el Eterno que de los dos, ella es la más fuerte, yo habría claudicado al primer año, pero no Fabiola, ella sigue en la lucha, sonriendo, orando, dando, persistiendo. Mi mujer es una guerrera, una dama que no predica en eventos (no la invitan, una lástima, se pierden de una tremenda maestra), no escribe libros, no aparece en los escenarios eclesiásticos, pero que sostiene con sus oraciones —y ejemplo de vida— al jornalero del Rey. Sí, mi esposa es mi ancla en muchos sentidos. Yo soy el visible, el que viaja, el que enseña a cientos, pero soy afortunado de tener a una maestra privada, una mujer de Dios que 24 horas al día me está dando cátedras espirituales.

Gracias, SEÑOR por haberme casado con esta bella mujer y no con otra, pues con otra yo no habría sido lo que hoy soy. Gracias Hashem por permitir esta enfermedad, pues con ella trajiste el crecimiento que tanto necesitaba. Eres bueno Dios, nada malo procede de ti. ¡Te alabo Padre, en el nombre de Jesús!

Con cariño sincero, Gabriel Gil.

2 respuestas a “MI ESPOSA MI MAESTRA

  1. ronald Naranjo matarrita 20 marzo, 2024 / 12:12

    Me dejò con un toque de Dios en mi Espìritu este relato de tu vida real y Dios me hablo pues 6 años atràs mi esposa apareciò con la enfermedad de Osteoporosis en un grado muy alto y he venido pasando algo, similar a su persona amado Pastor, pero hasta que leì su testimonio logrè entender muchas cosas, gracias por animarse a escribir sobre su caso. Mi nombres es Pastor Ronald Naranjo de San Josè Costa Rica y siempre recibo su material. Bendiciones, inmediatamente se lo estoy pasando a mi esposa Doña Isabel para que lo lea.

    Me gusta

  2. Nicole Jael 12 marzo, 2024 / 13:54

    El agradecimiento es maravilloso, en ello hay sabiduría. La sabiduría es un camino disponible para todos, pero donde muy pocos deciden transitar, es un camino lento, donde se da un paso a la vez, pero su profundidad y riqueza son tan grandes que siempre motiva a seguir para todos aquellos que deciden transitar por él.

    Muchas bendiciones para ustedes!

    Me gusta

Deja un comentario